domingo, 23 de enero de 2011

RAZÓN Y POLÍTICA


“tengo entre los errores algún acierto, dejo las conclusiones a los demás,
 Ay no se olvida  lo que se aprende con los tropiezos,
por eso no me canso,  por eso no me canso de caminar”
 (Ricardo Sanguineti, “Coplas de las Torcazas”)

En 1847, se convoca  a el Congreso de la Liga de los Justos, se le había asignado previamente a Marx y a Engels, la elaboración de sus estatutos y el  programa, sus miembros debían aceptar el comunismo por supuesto y acatar las decisiones de la organización, se declaró que la base y la meta de la Liga eran, el derrocamiento de la burguesía, el dominio del proletariado, la abolición de la antigua sociedad burguesa que se basa en el antagonismo de clase, y la fundación de una nueva sociedad sin clases y sin propiedad privada. En consonancia con este objetivo proponían que la organización se denominase Liga de los Comunistas, y que en lugar del antiguo lema, “todos los hombres son hermanos”, se pusiese el nuevo grito de batalla: “¡trabajadores del mundo uníos!”. Esto proclamaría en forma abierta el carácter proletario, revolucionario e internacional de la lucha.
Es un hecho conocido que triunfaron las posiciones de Marx y Engels, en polémica por ejemplo con Prohudon, pero quiero traer con motivo de esta nota, un hecho de color que algunos biógrafos de Marx, señalan, que en el fragor de esas discusiones, un congresista le preguntó a Marx , en nombre de quien hablaba él, en obvia referencia a que organización obrera, o de artesano, el representaba, clara chicana al joven renano por su condición de intelectual, y él le respondió en Nombre de la Razón Histórica.
La razón histórica eran los objetivos que se proponía la liga de los comunistas, y los que abrevamos en la tradición teórica de Marx y Engels, sabemos que ha pasado más de siglo y medio y esa razón histórica sigue pendiente a pesar de los esfuerzos múltiples que se realizaron y realizan en distintos continentes; el cemento que une la teoría con las realizaciones, es la política, en contradicción con aquellos que entienden la política como mera proclamación de fines y por lo tanto la convierten en una filosofía especulativa de la historia.
Lo que quiero suscitar aquí es una breve reflexión que diferencie en el terreno de la practica política  el hecho de 1) tener razón, 2) no equivocarse, 3) acertar políticamente.
Quiero afirmar que para hacer política uno parte del convencimiento de tener Razón y razones, para desarrollar, es decir no se puede hacer política si uno no cree sinceramente que es portador de una razón holística, totalizadora, en definitiva de una concepción del mundo. La dificultad se presenta, cuando esto presupone que se resuelven todas las variables en la construcción de las herramientas que nos lleven al logro de los objetivos, con el solo hecho de tener razón.
Lo que sostengo aquí es que hay maneras equivocadas de tener razón, o dicho de otra forma que tener razón no te determina una táctica política.
Un ejemplo ya histórico sería aquella brillante apreciación de Oscar Masota, que cuando el peronísmo en el año 55 quemaba las iglesias, este señalaba: tenía razón, como no tenerla, cuando “la iglesia en America fue la lujosa justificación divina de la crueldad humana”, pero era una manera equivocada de tener razón porque por la penetración de la iglesia en las masas, brindaba una excusa perfecta para sumar una justificación de peso al golpe.
Un ejemplo más reciente lo podemos encontrar en el enfrentamiento del gobierno con los sectores de los agronegocios en torno a la resolución 125. Sacando de la discusión a aquellos que flamearon sus banderas en el rosedal de Palermo junto a la mesa de desguase, hubo posiciones que entran en el enfoque que describo, aquella que sostenía que era un enfrentamiento interburgués y que la salida al conflicto era el socialismo.
Uno encuentra aquí razones equivocadas políticamente, defensivas, contemplativas del conflicto, aparentemente neutrales, autopreservativas , inoperantes, puramente declamativas, de neto corte teleológico o finalista.
Otra reflexión que suele hacerse es en relación a la idea de que no nos equivocamos, por ejemplo en la caracterización de tal o cual gobierno, en la apreciación de la etapa, en las medidas que habría que tomar para resolver tal o cual problema ,etc. Es positivo el hecho de no equivocarse y al igual que la razón son los pisos necesarios para acertar políticamente, que sea necesario, no las iguala; es decir no equivocarse no es lo mismo que acertar políticamente.
Acertar políticamente, es la llave maestra de la política y si bien pueden haber aciertos grandes o pequeños, tácticos y estratégicos, los aciertos políticos comparten algunas características notorias como que son de carácter ofensivos y no defensivos, que son operativos y no meramente analíticos, que mueven al movimiento, así sea en una fase germinal; que amplían las bases de sustentación de una propuesta así fueran en escalas diferentes.
Suele suceder en muchas oportunidades que las fuerzas del campo popular nos equivocamos poco, pero acertamos políticamente en menor medida que nos equivocamos.
Termino esta nota de verano, desmitificando aquella idea que” el pueblo no se equívoca, que siempre tiene razón”, esta es una sentencia extendida, errónea e improductiva políticamente, tan improductiva o errónea como tener “Razón sin Pueblo”

1 comentario:

  1. Te agradezco, Leo... Aquí podré informarme sobre lo que no sé!

    Mar

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