En un artículo anterior, cuando todavía no se había desvanecido la espumosa bruma provocada por el impresionante triunfo de Cristina en las elecciones presidenciales por más del 54% de los votos emitidos, uno intentaba sortear ese inmediatismo y señalar algunas de las claves que entendía iban a signar la nueva etapa que inauguraba su nuevo mandato presidencial, a saber:
-La consolidación del liderazgo presidencial y la dificultad de institucionalización hacia abajo( síndrome común a varios procesos latinoamericanos), la coloca cara a cara con ella misma. Allí radica de manera paradojal su fortaleza y su debilidad, y en este hecho central va a estar la clave para poder pensar el desarrollo político del gobierno.
- El desarrollo de la política argentina ubicaba claramente que la radicalización de medidas políticos económicas (como por ejemplo, una nueva ley de servicios financieros, una reforma que modifique profundamente la matriz recaudatoria del estado argentino, una recuperación del sector energético por parte del estado, la constitución de una junta nacional de granos y de carnes, una política ferroviaria con sentido popular y soberano, etc.) nos pone ante la evidencia que da cuenta de dos carencias absolutamente relacionadas; la ausencia de un proceso de polarización sociopolítica y consecuentemente con esto la vacancia de una alternativa política de nuevo tipo que tome nota de esta situación y que se plantee las tareas necesarias en esta línea.
- La elección de la presidente echó por tierra también la idea de recuperar el esquema bipartidista que implosionó en las jornadas del 2001 y que se pretendía restaurar a partir de la aplicación de la ley de reforma política, esto provocó que las tensiones principales se trasladen al seno del partido gobernante instalando un horizonte no fatal, pero si posible de degradación y descomposición política.
- Para ganar las elecciones al gobierno le alcanzo con el “PJ” que mostró una vez más su gran capacidad de adaptación, ya consolidado como una fuerza maquinaria electoral, como un partido herramienta para administrar el estado pero que se ha mostrado incapaz para impulsar y desarrollar una política como la arriba mencionada.
-Estamos en presencia de un gobierno burgués con pretensiones reformistas, pero que en el terreno económico choca con las limitantes de la inexistencia de una burguesía industrialista y la ausencia de este actor social, no hace más que derivar en facciones (expresadas en principio por los partidos que se han alternado en el gobierno), que solo se disputan la administración del presupuesto, mucho de esto quedó reflejado en la intervención presidencial de apertura parlamentaria.
ACERCA DE LO ESTATAL Y LO PRIVADO
Lo que hoy conocemos como Banco Central de la República Argentina , tiene como antecedentes el Banco creado a pedido de la corona Británica en 1932 como resultado del Pacto Roca-Runciman
La crisis mundial hizo que la oligarquía argentina renegociara todos sus compromisos de exportación a Gran Bretaña como así también los servicios financieros. La corona puso, entre otras condiciones, la creación de un banco central cuya principal misión fue la de controlar la cotización y el valor del peso argentino con referencia a la libra esterlina.
Este banco tenía siete representantes de los bancos privados y cinco del gobierno nacional en su directorio. El primer presidente de éste banco fue Raúl Prebisch, paradigma capitalista de la burguesía que duró en su cargo más de una década.
Uno de los principales objetivos al momento de la creación de este banco fue “honrar las deudas” que las clases dominantes obligaban pagar al pueblo argentino. Tres años después no alcanzando con la creación del Banco solamente, el imperialismo convenció al presidente Agustín P. Justo de la creación de la junta nacional de carnes y la junta nacional de granos. El principal interés era sostener la producción con el fin de abastecer las necesidades inglesas
Durante la segunda guerra mundial la balanza comercial cambió e Inglaterra terminada la misma aceptó el conveniente negocio que le ofreció el peronismo y le vendió los ferrocarriles a la nación Argentina (1948). Perón también nacionalizó el Banco Central.