lunes, 13 de agosto de 2012

POR UNA REVOLUCIÓN SOCIALISTA DE LIBERACIÓN NACIONAL






“¡Hasta cuando esperamos declarar nuestra independencia! ¿No le parece una cosa bien ridícula, acuñar moneda, tener el pabellón y cucarda nacional, y por último, hacer la guerra al soberano de quien en el día se cree dependemos? ¿Qué nos falta más que decirlo? Por otra parte ¿qué relaciones podremos emprender, cuando estamos a pupilo, y los enemigos (y con mucha razón) nos tratan de insurgentes, pues nos declaramos vasallos? Esté usted seguro que nadie nos auxiliará en tal situación. Por otra parte el sistema ganaría un 50 por 100 con tal paso. ¡Ánimo! Que para los hombres de coraje se han hecho las empresas. Vamos claros. Mi amigo, si no se hace, el Congreso es nulo en todas sus partes, porque reasumiendo éste la soberanía, es una usurpación que se hace al que se cree verdadero, es decir, a Fernandito”.[1]



“Tengo a la vista la de usted del 12.Veo lo que me dice sobre que el punto de la independencia no es soplar y hacer botellas. Yo respondo a usted que mil veces me parece más fácil hacer la independencia que el que haya un solo americano que haga una sola botella”[2]



“Compatriotas: Yo os hablo con la franqueza de un soldado. Si dóciles a la experiencia de diez años de conflictos, no dais a vuestros deseos una dirección mas prudente, temo que cansado de la anarquía suspiréis al fin por la opresión y recibáis el yugo del primer aventurero feliz que se presente, quien lejos de fijar vuestro destino no hará más que prolongar vuestra incertidumbre.

Compatriotas: Yo os dejo con el profundo sentimiento que causa la perspectiva de vuestras desgracias: vosotros me habéis acriminado, aun de no haber contribuido a aumentarlas, porque éste habría sido el resultado si yo hubiese tomado una parte activa en la guerra contra los federalistas: mi ejercito era el único que conservaba su moral, y lo exponía a perderla abriendo una campaña en que el ejemplo de la licencia armase mis tropas contra el orden. En tal caso era preciso renunciar a la empresa de libertar el Perú, y suponiendo que la suerte de las armas me hubiese sido favorable en la guerra civil, yo habría tenido que llorar la victoria con los mismos vencidos. No, el general San Martín jamás derramará la sangre de sus compatriotas, y sólo desenvainara la espada contra los enemigos de la independencia de Sudamérica.

¡Provincias del Río de la Plata! El día más célebre de nuestra revolución está próximo a amanecer: voy a dar la última respuesta a mis calumniadores: yo no puedo hacer más que comprometer mi existencia y mi honor por la causa de mi país: y sea cual fuere la suerte en la campaña del Perú, probaré que desde que volví a mi patria, su independencia ha sido el único pensamiento que me ha ocupado; y que no he tenido más ambición que la de merecer el odio de los ingratos y el aprecio de los hombre virtuosos.”[3]

Los tiempos del General San Martín eran los de un mundo en donde por un lado se asistía a la decadencia de los dos más grandes imperios coloniales de occidente como lo eran el español y el lusitano y por otra parte la emergencia de la revolución industrial inglesa, y el impacto de la Revolución Francesa, hechos que implicaban (con rupturas y continuidades), desde el punto de vista político institucional el comienzo del fin de las monarquías y la constitución de los estados nacionales europeos, y desde el punto de vista económico el fin del mercantilismo y el desarrollo del capitalismo industrial.

Esto es muy importante considerar, porque no somos sus vulgares epígonos, no realizamos traslaciones mecánicas ni atemporales, verdaderos anacronismos, que intentan poner un signo igual entre aquella etapa histórica y las que nos toca vivir hoy.



Las necesidades políticas de las clases dominantes en la argentina para la construcción del estado moderno requirieron los servicios de una historiografía como la de Mitre que lo ubica en lo más alto del “panteón de nuestros próceres como padre de la patria”; en las primeras décadas del siglo XX  la nueva escuela histórica con historiadores como Ricardo Levene en clave liberal positivista,  reafirman esa legitimidad de orígenes de nuestro país y “la historia oficial” pasa a jugar el papel de maestra de la vida en la construcción de ciudadanos y en la instalación de los valores e ideas dominantes. Las distintas corrientes historiográficas, el revisionismo en todas sus variantes, o los intentos realizados desde el marxismo lo ubican a San Martín en el sitial más alto. Este se  convierte así en una especie de oximorón, capaz de contener a todas estas tradiciones  y en consecuencia se instala en una zona gris, difusa, que de querer hacerlo decir todo, termina diciendo casi nada.

Así como su obra tenía que ser entendible para los hombres y mujeres de su tiempo, su legado debe ser tomado como una posta por las nuevas generaciones de patriotas, (aunque parezca una tautología) en un mundo absolutamente distinto.



Ser Sanmartinianos y Bolivarianos hoy, es asumir como ellos lo hicieron en su tiempo, el mundo en el que nos toca actuar , llenos de convulsiones, y atravesado por una profunda crisis del capitalismo de dimensiones civilizatorias, es bueno precisarlo, porque muchos de los errores que surcaron el campo de la izquierda durante el siglo veinte estuvieron marcados por sus caracterizaciones erróneas de nuestros países considerados como sociedades feudales o semicoloniales, desprendiéndose de allí, equívocos etapismos, o ficticios roles a burguesías llamadas a jugar papeles de vanguardia en  revoluciones democráticas burguesas de pacotilla.

En el capitalismo tal como es hoy donde las burguesías llamadas nacionales han desaparecido y lo que hay son sencillamente lumpenburguesias asociadas a las multinacionales, la segunda y definitiva independencia asume un nombre propio que es el de una revolución socialista de liberación nacional; socialista , porque necesariamente debe asumirse anticapitalista , y de liberación nacional porque tiene que ser claramente antiimperialista; y en esta dialéctica de socialismo y antiimperialismo se juegan las posibilidades de desarrollar una alternativa política, un verdadero partido de la revolución americana, que sea capaz de cumplir esta tarea de carácter histórico.

En esta hora Americana alzamos las banderas por San Martín y Bolívar, confiados en que la estrella que sembraron, alumbrara mas temprano que tarde un tiempo de victorias



                                  Leonardo Juárez



[1] Insta por la declaración de la Independencia,12 de abril  de 1816, cartas a Tomás Godoy Cruz
[2] Insiste sobre la declaración de Independencia,24 de mayo de 1816, cartas a Tomás Godoy Cruz
[3] Fragmentos de la Proclama a las Provincias del Río de la Plata al tiempo de emprender la expedición del Perú, desde el Cuartel General en Valparaíso, 22 de julio de 1820.

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