“¡Hasta cuando esperamos declarar nuestra
independencia! ¿No le parece una cosa bien ridícula, acuñar moneda, tener el
pabellón y cucarda nacional, y por último, hacer la guerra al soberano de quien
en el día se cree dependemos? ¿Qué nos falta más que decirlo? Por otra parte ¿qué
relaciones podremos emprender, cuando estamos a pupilo, y los enemigos (y con
mucha razón) nos tratan de insurgentes, pues nos declaramos vasallos? Esté
usted seguro que nadie nos auxiliará en tal situación. Por otra parte el
sistema ganaría un 50 por 100 con tal paso. ¡Ánimo! Que para los hombres de coraje
se han hecho las empresas. Vamos claros. Mi amigo, si no se hace, el Congreso
es nulo en todas sus partes, porque reasumiendo éste la soberanía, es una
usurpación que se hace al que se cree verdadero, es decir, a Fernandito”.[1]
“Tengo a la vista la de usted del 12.Veo lo
que me dice sobre que el punto de la independencia no es soplar y hacer
botellas. Yo respondo a usted que mil veces me parece más fácil hacer la
independencia que el que haya un solo americano que haga una sola botella”[2]
“Compatriotas: Yo os hablo con la franqueza
de un soldado. Si dóciles a la experiencia de diez años de conflictos, no dais
a vuestros deseos una dirección mas prudente, temo que cansado de la anarquía
suspiréis al fin por la opresión y recibáis el yugo del primer aventurero feliz
que se presente, quien lejos de fijar vuestro destino no hará más que prolongar
vuestra incertidumbre.
Compatriotas: Yo os dejo con el profundo
sentimiento que causa la perspectiva de vuestras desgracias: vosotros me habéis
acriminado, aun de no haber contribuido a aumentarlas, porque éste habría sido
el resultado si yo hubiese tomado una parte activa en la guerra contra los
federalistas: mi ejercito era el único que conservaba su moral, y lo exponía a
perderla abriendo una campaña en que el ejemplo de la licencia armase mis
tropas contra el orden. En tal caso era preciso renunciar a la empresa de
libertar el Perú, y suponiendo que la suerte de las armas me hubiese sido
favorable en la guerra civil, yo habría tenido que llorar la victoria con los
mismos vencidos. No, el general San Martín jamás derramará la sangre de sus
compatriotas, y sólo desenvainara la espada contra los enemigos de la
independencia de Sudamérica.
¡Provincias del Río de la Plata ! El día más célebre de
nuestra revolución está próximo a amanecer: voy a dar la última respuesta a mis
calumniadores: yo no puedo hacer más que comprometer mi existencia y mi honor
por la causa de mi país: y sea cual fuere la suerte en la campaña del Perú,
probaré que desde que volví a mi patria, su independencia ha sido el único
pensamiento que me ha ocupado; y que no he tenido más ambición que la de
merecer el odio de los ingratos y el aprecio de los hombre virtuosos.”[3]
Los
tiempos del General San Martín eran los de un mundo en donde por un lado se
asistía a la decadencia de los dos más grandes imperios coloniales de occidente
como lo eran el español y el lusitano y por otra parte la emergencia de la
revolución industrial inglesa, y el impacto de la Revolución Francesa ,
hechos que implicaban (con rupturas y continuidades), desde el punto de vista
político institucional el comienzo del fin de las monarquías y la constitución
de los estados nacionales europeos, y desde el punto de vista económico el fin
del mercantilismo y el desarrollo del capitalismo industrial.
Esto es
muy importante considerar, porque no somos sus vulgares epígonos, no realizamos
traslaciones mecánicas ni atemporales, verdaderos anacronismos, que intentan
poner un signo igual entre aquella etapa histórica y las que nos toca vivir
hoy.
Las
necesidades políticas de las clases dominantes en la argentina para la
construcción del estado moderno requirieron los servicios de una historiografía
como la de Mitre que lo ubica en lo más alto del “panteón de nuestros próceres
como padre de la patria”; en las primeras décadas del siglo XX la nueva escuela histórica con historiadores
como Ricardo Levene en clave liberal positivista, reafirman esa legitimidad de orígenes de nuestro
país y “la historia oficial” pasa a jugar el papel de maestra de la vida en la
construcción de ciudadanos y en la instalación de los valores e ideas
dominantes. Las distintas corrientes historiográficas, el revisionismo en todas
sus variantes, o los intentos realizados desde el marxismo lo ubican a San Martín
en el sitial más alto. Este se convierte
así en una especie de oximorón, capaz de contener a todas estas tradiciones y en consecuencia se instala en una zona gris,
difusa, que de querer hacerlo decir todo, termina diciendo casi nada.
Así
como su obra tenía que ser entendible para los hombres y mujeres de su tiempo,
su legado debe ser tomado como una posta por las nuevas generaciones de patriotas,
(aunque parezca una tautología) en un mundo absolutamente distinto.
Ser
Sanmartinianos y Bolivarianos hoy, es asumir como ellos lo hicieron en su
tiempo, el mundo en el que nos toca actuar , llenos de convulsiones, y atravesado
por una profunda crisis del capitalismo de dimensiones civilizatorias, es bueno
precisarlo, porque muchos de los errores que surcaron el campo de la izquierda
durante el siglo veinte estuvieron marcados por sus caracterizaciones erróneas
de nuestros países considerados como sociedades feudales o semicoloniales, desprendiéndose
de allí, equívocos etapismos, o ficticios roles a burguesías llamadas a jugar
papeles de vanguardia en revoluciones democráticas
burguesas de pacotilla.
En el
capitalismo tal como es hoy donde las burguesías llamadas nacionales han
desaparecido y lo que hay son sencillamente lumpenburguesias asociadas a las
multinacionales, la segunda y definitiva independencia asume un nombre propio
que es el de una revolución socialista de liberación nacional; socialista , porque
necesariamente debe asumirse anticapitalista , y de liberación nacional porque
tiene que ser claramente antiimperialista; y en esta dialéctica de socialismo y
antiimperialismo se juegan las posibilidades de desarrollar una alternativa
política, un verdadero partido de la revolución americana, que sea capaz de
cumplir esta tarea de carácter histórico.
En esta
hora Americana alzamos las banderas por San Martín y Bolívar, confiados en que
la estrella que sembraron, alumbrara mas temprano que tarde un tiempo de
victorias
Leonardo
Juárez
[1] Insta por la declaración de la Independencia ,12 de abril de 1816, cartas a Tomás Godoy Cruz
[2] Insiste sobre la declaración de
Independencia,24 de mayo de 1816, cartas a Tomás Godoy Cruz
[3] Fragmentos de la Proclama a las Provincias
del Río de la Plata
al tiempo de emprender la expedición del Perú, desde el Cuartel General en
Valparaíso, 22 de julio de 1820.
No hay comentarios:
Publicar un comentario